Evasión...

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¿Será por siempre el Rock un marginal en Chile?

lunes, 19 de agosto de 2013

Impresiones de un gitano alrededor del mundo

Terminal

Terminal Santiago Sur, Santiago de Chile, Agosto de 2013
Desde que yo era niño, la experiencia de viajar ha tenido para mí una mística única, purificadora y revitalizadora.

Casi romántica.

Viajar a donde sea, siempre trae de la mano numerosas emociones, principalmente, una excitación ante la prometedora aventura que te espera en el lugar de destino de tu visita.
Pero esta vez, en lugar de referirme a algún destino en especial, me referiré simplemente al lugar desde donde se inicia el recorrido, esto es, el terminal de buses o trenes (si el viaje es más corto), el aeropuerto (si acaso es largo) o el puerto (si acaso quieres disfrutar del mar al cruzarlo).

Cada uno tiene sus diferencias, claramente. El primero no tiene el agobiante circuito de seguridad del segundo, y el tercero ofrece una vista de la que carecen los dos primeros. Pero si en algo compiten las tres opciones por igual, es el tremendo encanto de las expectativas que suponen para el viajero, o al menos, al que viaja por placer. La incertidumbre ante la aventura que te espera, el ambiente agitado y a veces festivo que nos rodea, todo antecedido por un gentío a veces sereno, a veces apurado y estresado, son parte de ese encanto. Los viajeros acarreando sus maletas con sus documentos en mano, si son requeridos para el destino en cuestión, o la cámara fotográfica inmortalizando la irrepetible experiencia, también lo son.

Aeropuerto Jorge Chávez, Lima, Perú, Julio de 2005
En fin, cada viaje supone una experiencia irrepetible.

Digo irrepetible porque, si bien algunos, felizmente por ellos, pueden hacer de su vida un viaje permanente si sus recursos lo permiten, cada viaje que hagamos, aún repitiendo la ruta y el destino, será distinto uno de otro. Anécdotas, compañeros de viaje, fortunas y percances, serán siempre irrepetibles todas juntas.

Y la espera en el terminal estará acompañada de mercantes de diversa índole, generalmente vendedores de maletas y recuerdos, comida al paso (quizá te tientes con una pequeña tortilla curicana o un helado por simple gusto), y numerosos kioskos. Pero también hay vendedores de buenos libros usados o discos para reproducir (si es que aún recuerdas el discman) en el viaje. Incluso a veces encuentras discos de artistas totalmente desconocidos en este rincón del globo, o libros de desconocidos autores jamás nombrados entre los best sellers. Y a precios razonables. A veces dan ganas de llevarlos todos, cuando la curiosidad por conocer a aquellos artistas y/o autores desconocidos se hace presente. En momentos como ese, te percatas de cuántas cosas simples te has privado de vivir...

Si miras a tu alrededor, a veces te emocionas con las tristes despedidas de aquellos que parten o te alegras con los esperanzadores reencuentros de aquellos que están llegando, si lo atestiguas en la sala de embarque o en los andenes. Las tiendas de recuerdos (o sourvenirs, para los jactanciosos cosmopolitas), a pesar de ser un simple concentrado de una cultura o pueblo, son una distracción maravillosa si sabes aprovechar cada momento.
Puerto de Estocolmo, Suecia, Agosto de 2010
La música ambiental que acompañe tu espera, reproducida desde algún altavoz, también puede suponer una suerte de simbólica banda sonora. Qué importa que no te guste la banda o intérprete, si ese viaje te excita, amarás la canción sea cual sea.
Hasta tiendas de instrumentos musicales puedes encontrar. Guitarras acústicas para los mochileros, instrumentos de percusión ligeros o alguno que otro instrumento de viento (flautas, zampoñas o armónicas diatónicas) que a veces, en mi caso al menos, te invitan a ser comprados por la sola compañía que supondrán en tu panorama una vez que llegues a tu destino, independientemente de la calidad de su fabricación.
Mercado Terminal Santiago Sur, Santiago de Chile, Agosto de 2013

Suena el altavoz llamando a los pasajeros a abordar el avión, el bus, el tren o el navío. Un nuevo mundo nos espera cargado de nuevos colores, aromas, sonidos, sabores y texturas. Te despides del terminal ansioso quizá. Arriba tal vez te espere una buena película, o una buena charla con tu compañero de asiento o litera. Cosas que tal vez afecten el resto de tu aventura. Pero eso es otra historia.

Viajar por placer es más que un simple alarde de poder adquisitivo, acumular tema de conversación para sentirse uno más interesante o coquetear con las aeromozas. Es, además, un agradable despertar, el descubrimiento de cuán enorme y hermoso es este mundo, y cuánto más nos queda por descubrir de él y de su gente.
Aeropuerto Internacional de Carrasco, Montevideo, Uruguay, Agosto de 2006