Evasión...

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¿Será por siempre el Rock un marginal en Chile?

martes, 21 de septiembre de 2010

Impresiones de un Gitano Alrededor del Mundo




El Lugar: Estocolmo, Suecia
La Fecha: Junio de 2010
El Mirador: Norsborg, periferia de Estocolmo


Hacía meses que no escribía algo nuevo...Supongo que todo debido al tiempo que dediqué a la preparación de canciones y dibujos nuevos acerca de esta nueva experiencia en el extranjero, y no me alcanzó para acceder a Internet más de lo necesario...
Sí, volvería a Estocolmo en el futuro. No para una estancia tan prolongada como la primera, pero sería atractivo admirar nuevamente la bella arquitectura de Gamla Stan (en sueco, "ciudad vieja"), tocar la guitarra tumbado en el exquisito césped de las omnipresentes plazas y áreas verdes, y comer un sabroso kebab.
Bah, olvidé que el kebab es una comida árabe, que se expende en toda Escandinavia con la misma popularidad que en Chile lo hace la comida china (y ahora el sushi, para los más esnobistas...).


Es que no siento haber conocido mucho Estocolmo, o al menos, siento que en mi prolongada estadía (92 días) no pude absorber la información que hubiera querido acerca de la Suecia pura, esa que se muestra en las leyendas atiborrada de vikingos, aventuras en los románticos dakars (barcos vikingos), princesas bellas y virtuosas y dioses poderosos e irascibles...


Esto porque hablamos de una de las ciudades con la mayor tasa de inmigración del planeta, lo que te lleva a chocar repetidamente con griegos, turcos, peruanos, marroquíes y chilenos (quizá los extranjeros con mayor expansión en Suecia), entre otros. Ah, y se me olvidaba, también hay suecos.


Sí, es entretenido poder contemplar la bella artesanía árabe, comer unas aceptables pizzas y probar en cualquier tienda de instrumentos musicales las mejores guitarras norteamericanas (vamos, reconozco que hay algunas cosas que en los Estados Unidos sí saben hacer bien...), y para mí, que no hablo sueco, poder desenvolverme por el país simplemente hablando en inglés, es un verdadero alivio. Y todo en un sólo lugar...


Pero al mismo tiempo, no deja de apenarme la posibilidad de que un día, queriendo visitar Italia (que aún no conozco, por ejemplo) y conocer allá a otras personas, me siga topando sólo con chilenos u orientales, cuando quiera escuchar su excelsa música tenga que padecer a la tediosa Lady Ga Ga y cuando quiera comer unos deliciosos fetuccinis tenga a mi alcance sólo un McDonald's. Se supone que la idea de viajar por placer es conocer una cultura distinta y sumergirse en ella, conocer otras costumbres, sonidos, disfrutar otros ambientes, sentir nuevos aromas, texturas y sabores, y oír historias de pura cepa. Y en lugar de ello, sólo obtengo una mezcolanza de culturas con una identidad difusa, que no me permite saber si estoy en Madrid, Beijing o Casablanca.


Bueno, quizá sea tarde y deba aprender a convivir con la globalización nada más...Pero si hay alguna cosa que me haya impactado de esta sociedad (la sueca nativa), es su impresionante individualismo. Admito que es genial no tener mayores preocupaciones de tipo económico, y que, por consiguiente, no deba molestar a ningún vecino pidiéndole una taza de azúcar para el té o algo similar, o que una madre no esté preocupada de qué cocinar al día siguiente, pudiendo sacar la comida del congelador o comprando un plato preparado en el supermercado ICA. Lo dramático es que la gente haya llegado a un punto tal de no necesitarse entre sí, que los vecinos o compañeros de asiento de un tren o bus ya ni se hablan. Los niños desde muy pequeños dejan de jugar o salir a pasear con sus padres. Y si preguntas algo, sea una dirección o la hora, te contestan de buen modo, pero de forma rápida, breve y precisa. Políticamente correcta. Y después de eso, vuelves a ser invisible (será porque uno es latino, además).

Creo que fue en Medborgarplatsen que me ví en la necesidad de preguntar por la dirección de un parque, donde quedé en encontrarme con unos compatriotas míos. Así que me acerqué a unos suecos de edad mediana que conversaban en la calle (situación común en esa ciudad sólo entre personas de edad madura), y les pedí orientación. Como era primera vez que iba a ese parque, me era algo difícil ubicar las referencias en el mapa que tenía en mis manos. "¿Qué buscas allá?", me preguntó, en inglés, uno de los suecos, con el fin de orientarme mejor. "A un amigo", contesté. Ambos se miraron y estallaron en carcajadas, y volvieron a ignorarme. Sin entender, seguí mi camino, y conté lo sucedido a uno de los muchachos chilenos con que me reuní. Él me explicó que ese parque, por el que pregunté a los tipos, era lugar de encuentros furtivos para las parejas homosexuales de Estocolmo, y que tal vez ellos creyeron que, al decirles yo la frase "un amigo", hablaba de que buscaba a un compañero de refriegas. Me eché a reír con mi anécdota, pero las experiencias y la soledad experimentada en mi estadía me hicieron, más tarde, dar otra lectura al incidente, y esta fue que Estocolmo, lugar donde todo se compra hecho, no es ciudad para hacer amistades. La gente ya no tiene tiempo para eso. Claro que hay excepciones (lo digo por experiencia propia), pero eso es otra historia.

"Crear vínculos es algo ya olvidado (...). Los hombres hoy lo compran todo hecho en las tiendas. Pero como no hay tiendas que vendan amigos, los hombres ya no tienen amigos"


(Antoine de Saint-Exupéry, El Principito)