Evasión...

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¿Será por siempre el Rock un marginal en Chile?

domingo, 6 de diciembre de 2009

Por el eterno descanso de Víctor...al fin


Tenía yo alrededor de ocho o nueve años cuando, en clase de Educación Musical, el profesor Guillermo Cortés nos enseñara la letra de una hermosa canción que llevaba por nombre Luchín. El autor era Víctor Lidio Jara Martínez, ya conocido internacionalmente como Víctor Jara.
Tuvieron que pasar treinta y seis años para que tuviera al fin una sepultura y despedida a su talla.
Se dijeron muchas cosas acerca de su triste e injusto final: que los militares machacaron sus manos y le arrancaron las uñas para que no volviera a tocar, que para burlarse de él le prestaron una guitarra y que aún así fue capaz de sacarle sonido, en fin. Variadas conjeturas que alimentaron y fortalecieron aún más el mito de Víctor Jara.
Sobre el o los asesinos, aún no tengo noticias, ¿habrá responsables por fin? ¿Pagará alguien por esto alguna vez?
Sólo puedo decir que deseo de todo corazón que Joan, la compañera de su vida, esté algo más tranquila. Pero también deseo que se adore a Víctor por su aporte e interés de que esta nación fuese más culta, más avanzada, más justa. No por la compasión generada en torno al sufrimiento padecido durante su cautiverio en el ex-Estadio Chile, que hoy lleva su nombre. Víctor es más que un detenido desaparecido. Es el excelso creador y gestor de las más hermosas y sentidas piezas musicales que nuestra cultura popular alguna vez conoció (Charagua, Luchín, El Derecho de Vivir en Paz, por nombrar sólo algunas), el director de varias obras de teatro que hasta hoy llevan su sombra (La Remolienda, La Mandrágora), director artístico y musical de Quilapayún y Cuncumén respectivamente, y creativo director artistico de TVN.
Podemos ver que Víctor no tenía sólo un triste final para su historia como motivo para ser considerado leyenda. También tenía talento.

Suyo Afectísimo,

Isaac Taladriz